Estuve en Arenas de San
Pedro cuando tenía ocho años y el motivo fue, que mi tío Gerardo (hermano de mi
madre) tenía allí la novia y quiso que yo la conociera. Él trabajaba en una
empresa, conducía un coche de línea (marca Hispano Suiza), la compañía se
llamaba “La Madrileña”, su recorrido diario era éste: salía de Almorox a
Cenicientos, Sotillo de la Adrada, Piedralaves, Casa Vieja, Mijares, Gavilanes,
Pedro Bernardo, Lanzahíta, Ramacastañas y Arenas de San Pedro.
Arenas de San Pedro 1910. Autobús de la línea Ávila-Arenas |
En Almorox teníamos ferrocarril; un tren tenía su llegada a
las doce de la mañana y enlazaba con el autobús y los viajeros que venían con
destino a estos pueblos se iban en él. Llegaba el coche a Arenas a las cuatro
de la tarde y al día siguiente salía para Almorox a las once de la mañana,
enlazando con un tren que salía a las cuatro de la tarde para Madrid.
Yo estudiaba entonces solfeo y mi padre no me dejaba ir
porque no quería que perdiera clases. Estaba en la segunda parte de música del
“método de Eslava”. Ya empezaba a tocar algunos ejercicios y piezas sencillas
al piano. Mi tío me buscó un profesor y realicé el viaje. Este señor se llamaba
Ángel y era el maestro de la banda de música del pueblo. Los ejercicios de
piano los hacía en casa de una amiga de la novia de mi tío, se llamaba Julita,
tenía piano y sabía tocarlo. Por la tarde nos marchábamos allí. Ellas cosían su
ajuar y yo hacía mis prácticas al piano.
Cuando mi tío terminaba su trabajo, nos recogía y los tres
regresábamos a casa. Vivía su novia con su madre viuda y un hermano pequeño,
Samuel. Una familia que no olvidaré nunca porque se portaron muy bien conmigo.
Vicenta, la que después fue mi tía, tenía tres hermanas casadas y sobrinos
pequeños como yo. Con ellos jugaba, salíamos a pasear y disfrutábamos mucho;
¡qué campiña más bonita!, había pinos, castaños y arroyos por todo el campo.
Una de sus hermanas tenía un molino junto al río que pasaba por la parte baja
del pueblo y allí íbamos a ver moler el trigo.
Vi
también un palacio muy bonito situado en la parte alta del pueblo, en una de
las salas tenía instalado un colegio de enseñanza y allí iba Samuel todos los
días a dar clase. Hay una ermita próxima al pueblo, dedicada a la virgen de
Lourdes, todos los sábados dando un paseo, mi tía y yo llegábamos hasta ella a
confesar, yo jugaba luego con las niñas que solía haber por allí.
Hotel Dominica |
Como
la felicidad en este mundo nunca es completa, a los diez años de casados murió
mi tío, siendo ya administrador de la empresa y viviendo muy bien; así que con
esta desgracia todo se trastornó. Después de todo esto, mi tía vivió a
temporadas entre Almorox y Arenas llevando con ella a sus hijos.
En
la época de hacer las labores en el campo y recoger los frutos estaba en
Almorox y el resto del año en Arenas. Por fin y sintiéndolo mucho, vendió las
fincas y se quedó a vivir en Arenas. Ella se iba haciendo mayor y la cansaban
los viajes, aunque no dejó de venir por aquí de vez en cuando y nos ha seguido
queriendo como siempre, pues todo lo que se relacionaba con su “Gera” lo
adoraba.
En
el año 1928 invitada por una de sus sobrinas, Avelina que es de mis años, fui a
la fiesta de San Pedro de Alcántara, patrón del pueblo. Tuve buenas amigas y lo
pasé muy bien. Comíamos todos los días a las doce, para poder ir a la novena
que era a las tres de la tarde en el convento de San Pedro que está a tres
kilómetros del pueblo; íbamos andando por hacer un sacrificio, al final de la
novena besábamos la reliquia de San Pedro, mientras cantábamos el himno al
Santo. Su letra era así: “A San Pedro de Alcántara, nuestro padre y protector,
tributemos alabanza y nos cantemos de amor, esta tierra fue su cuna, donde sus
carnes dobló y con seréfico anhelo entregó su alma a Dios…”etc.
La
fiesta es el 19 de octubre, la misa este día la oímos en la parroquia y por la
tarde asistimos a la procesión al convento, la cual hacen alrededor de un patio
que hay a la entrada, que ellos llaman el “campillo”. Los frailes dan a todos
los que van a ella una corona que hacen con zarza milagrosa que crece sin
espinas en la huerta del convento y San Pedro usaba para disciplinarse. Dios
hizo que se le cayeran las espinas y desde entonces crece sin ellas a pesar de
ser zarza. La campiña que rodea el convento es preciosa; todo es sierra
cubierta de pinos, castaños y arbustos y por entre ellos corren arroyitos de
agua cristalina que baja de la nieve que se derrite en la sierra y entre todo
esto las familias de los pueblos próximos que vana a la fiesta, se sientan en
corro alrededor de un mantel, y tomando el sol se comen su comida que llevan en
cestas, ya preparadas acompañada con sus tragos de vino que llevan en las
botas. Es una estampa preciosa, digna de verse, algo que cuando se ve te queda
grabado.
Por
la noche ya en el pueblo, al son de la gaita y el tambor, bailábamos en la
plaza. Era un baile muy bonito, muy movido, ellos bailaban muy bien, es típico
en la comarca, yo lo entendía peor, procuraba imitarles, pero he sido poco
bailarina, luego como en todas las fiestas, se termina con fuegos artificiales
y corridas de toros, a las que no asistí, pues es una fiesta que no me gusta.
El padre de Avelina, que era socio del casino, nos llevó un día al baile de sociedad que allí se celebraba. El salón era grande, bonito, muy adornado y tocaba una orquesta compuesta por piano, bandurrias y violines.
Salón de baile (Cine) La Barraca |
Otros
días íbamos a otro salón que llamaban “La Barraca”, su dueño era el “tío
mochila”. Allí bailábamos al son de una
gramola eléctrica; una de las piezas que tocaba se titulaba “madre, cómprame un
negro”, en este sitio también veíamos películas.
Una
de las amigas, Isabel, tenía un castañar cerca del pueblo y allá fuimos a hacer
el “calbote” que consiste en asar castañas, hicimos un hoyo en el suelo,
prendieron fuego con unas ramas de castaño, echaron las castañas sobre él y las
movíamos con palos, cuando estaban asadas echaron la tierra que sacaron para
hacer el agujero, y al rato nos sentamos alrededor de la lumbre mientras nos
las comíamos.
El año siguiente también fui a la fiesta y sucedió lo mismo, lo pasé muy bien. El estar en su casa era una delicia, no tengo palabras para expresar lo bien que se portaron conmigo mis primos, aunque vivimos lejos no me olvidan. Uno está en Arenas y otro en Madrid y cuando pueden vienen a verme.
Yo
ya no me atrevo a salir de viaje porque, aunque estoy muy bien de salud,
gracias a Dios, tengo ya ochenta y un años, doce más que Gerardo y quince más
que Carlos.
Almorox,
4 de marzo de 1990
Sagrario
Pedraza
No hay comentarios:
Publicar un comentario