jueves, 17 de octubre de 2019

ENERGÍA VERBORRÉICA


«No los vas a ver más si yo puedo evitarlo. Cuando estabas en casa no les hacías ni puto caso, me tocaba a mí apechugar con todo. Aparecías a las tantas con la excusa del trabajo y reuniones inaplazables. Vete tú a saber. Ahora, cada quince días, quieres hacer de papi maravilloso, darles todos los caprichos, pues va a ser que no. Además, son ellos los que se niegan. ¿No lo has notado? No, no les echo la mierda encima. Son niños, pero ya se han dado cuenta de que eres un mal bicho, del daño que has hecho a su madre. Ahora apechuga con tus actos. No me insultes que te denuncio».
«¿Qué te has quitado las bragas? A ver si te vas a constipar. En cuanto llegue a casa te voy a empotrar contra la pared. ¿No ves que me pongo cachondo cuando me dices esas cosas, hija de puta? Se me ha puesto morcillona y va a asomarse a saludar en cualquier momento, la cremallera va a dar un reventón. Cómo te gusta provocarme. ¿No tuviste bastante con lo de anoche? Tus tetas me hipnotizan y lo sabes Vane».
«Eres muy grande, el puto amo, un crack. Te quiero mucho machote. —Mientras habla a grandes voces, con lengua la lengua gorda y pastosa, su boca despide un chaparrón de perdigones que salpican el asiento delantero. Acaso algunas, salvan el parapeto y van a aterrizar entre los cabellos mechados de una joven, brillantes de peluquería—. No te vengas abajo chaval. Me jode mucho verte tan plof. La Patri es una furcia que no te merece. Voy para tu casa y nos vamos de fiesta toda la noche. Lo vamos a pasar de puta madre. Te presentaré a un montón de chicas súper simpáticas, pibones que te van a hacer olvidar las penas. Para eso estamos los amigos».
«Martuchi ¿Te acuerdas de mi Crush? Maikel, ese chico de segundo de bachiller, tan guapo y tan cachas. Lleva dos días tirándome fichas. Me ha pedido el número de wasap, quiere quedar a solas conmigo. ¿No te parece top? Tranqui, que va en plan legal, no es para un lío. Te digo que va en serio. ¿Te has fijado en el cuerpazo que tiene? Seguro que va todos los días al gimnasio. ¡Qué pesada con que ese lo que quiere es lo que quiere! Lo que pasa es que estás en plan celosa. Pero no es mi culpa. Deja a tu empanao. Búscate a un tío de verdad que te haga sentir viva. Me parece muy fuerte que no te alegres de que me vayan bien las cosas. ¿Superficial? ¡Vete a la mierda amargada!»
«¡Echa el arroz que ya estoy en plaza Elíptica! A fuego lento, que no se arrebate el guiso. No lo pierdas ojo que te conozco. Lo meneas de vez en cuando para que no se pegue, cogiéndolo por las asas. No andes metiendo el cucharón y removiendo sin ton ni son que pierde mucho sabor. Cuando notes que se está cuajando le pones una pizca de azafrán ¿Qué cuánto es una pizca? ¿No te fijas en mí cuando lo echo, so torpón? Un par de pellizcos bien espolvoreaos. ¡Pero si te lo dejo casi a punto y ni así! Hay que ver, qué poco te luce tanto seguir a Arguiñano. Nada más te quedas con los chistes y las tonterías. A ver si un día me das la sorpresa y haces la comida, pero no lo verán mis ojos».
«Buah chaval, ¿viste que gol de rabona metió ayer Ángel? Sí, el del Geta. Se vino abajo el Coliseum. Ese lo clava Messi y tenemos sesión continua toda la semana. Tertulianos futboleros, se os ve mucho el plumero. Si, me ha salido con rima y todo. Soy un artista. Tenemos un equipo muy compensado en todas sus líneas. Que sí, que este año nos metemos en Europa fijo.»
«No me cabe en la cabeza como tanta gente puede votar a partidos machistas, sexistas, xenófobos y homófobos. Deberían prohibirlos presentarse a las elecciones. No, no estoy de acuerdo contigo. En democracia no tenemos cabida todos, hay ciertas líneas que no podemos traspasar. ¿Qué se me ve mucho el plumero? Yo no me escondo, voy a votar a Errejón, savia nueva y progresismo para el país. No podemos volver atrás y perder los derechos conseguidos. No me digas más niñata, tú vas a votar al guaperas de Pedro Sánchez. Más a la derecha no te lo consiento».
Dejo la lectura. Con estos vecinos tan locuaces y estentóreos no hay quien se concentre. Además de que uno tiene su pudor. Saco el móvil del bolsillo para estar en igualdad de condiciones. Busco en Google el significado de las siglas GNC que han llamado mi atención. Gas natural comprimido. «Este autobús se desplaza con GNC» es el eslogan que aparece a menudo en la pantalla. Será uno de los combustibles que potencian nuestros gobernantes porque producen bajas emisiones a la atmósfera. Pienso que si algún equipo de científicos enfocara sus estudios hacia el almacenaje y reutilización de la energía verborréica sería la mejor solución, los autobuses levitarían. Sería de lo más ecológico y llegaríamos siempre en hora.
Mientras tanto, maldigo en mi interior a las operadoras de telefonía móvil por ofrecer como coletilla en todas sus ofertas las llamadas ilimitadas gratis.

lunes, 14 de octubre de 2019

11 S


   Los críos atan una barbaridad— dijo John.
   ¿Ahora me vienes con esas? Te recuerdo que por tu insistencia vinieron a este mundo Paul y Mariah —Se desahogó Melissa.
            — ¿Cómo iba a imaginar yo lo que te llegan a acaparar estos monstruos cuellicortos? ¿La cantidad de tiempo que hay que invertir en ellos? La vida en pareja no es que se resienta, es que desaparece.
            —No os quejéis tanto, chicos. Vosotros os lo habéis buscado. Si hubierais hecho caso a mis sabios consejos vuestro presente no sería tan azul oscuro casi negro. Siempre lo he tenido claro. No quería que mi vida se llenara de ruido y tiranía. La patochada de dejar a alguien en este mundo, que te recuerde y reivindique, conmigo no cuela. No lo añoro ni me he convertido en un viejo solitario y cascarrabias a pesar de vuestros sombríos augurios —desembuchó de un tirón, Roderick.
            —No sé cómo podéis pensar de ese modo —declaró Andrew—. Ni por un lado ni por el otro. Alice y yo, intentamos tener descendencia como sabéis, incluso nos sometimos a tratamientos de fertilidad, varios intentos de fecundación in vitro incluidos. Pasamos una época obsesionados y taciturnos, hasta la asunción de que nuestro tren había pasado. Entonces creímos que se acababa el mundo.
            —Hoy nos alegramos —matizó Alice—. La vida en pareja puede ser fructífera y completa sin vástagos. Ya sabéis que laboralmente andamos a salto de mata, por lo que de dinero siempre estamos a la cuarta pregunta. Imaginadnos sacando adelante a un pequeñín con las necesidades artificialmente adquiridas por esta sociedad snob.

Cinco amigos de facultad quedan para pasar la mañana en Central Park. Cada vez les cuesta más juntarse. Cuando instauraron esta costumbre, allá por el año noventa y dos, recién graduados por la Universidad de Columbia, quedaban todos los viernes en su barrio, Manhattan. Durante los cursos de carrera trabaron amistad con muchos compañeros, pero la verdad es que después de filtros y tamizados —para compartir apuntes primero y confidencias después— este grupo se hizo inseparable. En el transcurso de la década se fueron espaciando las quedadas, pasando a ser mensuales, trimestrales y así paulatinamente hasta convertirse en bianuales con el cambio de siglo. Lo importante es seguir manteniendo el contacto. Desde la aparición de los móviles se podían localizar al instante, pero no era lo mismo. 
            11 de septiembre de 2001. Por fin habían sincronizado agendas. Este año era la primera y única vez que se reunirían casi con toda seguridad. John y Melissa tienen que aparcar a los niños, por eso han quedado por la mañana mientras ellos permanecen en el cole. El plan es dar un gran paseo en el que las novedades surjan salpicadas. Después —ya en reposo, durante el conciliábulo— debatirán y harán matizaciones acerca de ellas. 
            Roderick se ha empeñado en llevar la bici. Ahora que vive en Queens prefiere este medio de locomoción. Es saludable y evita atascos. Resulta engorroso que, mientras el resto hacen la caminata, él aparezca y desaparezca dando pedaladas cada diez minutos. Al final se detienen en el paseo principal, junto al lago. Allí John, Melissa y Roderick se sientan en un murete de espaldas al World Trade Center. Alicia —sentada en una silla— y Andrew —en cuclillas— se colocan frente a ellos.
            El tema de conversación versa sobre niños sí, niños no. ¿Compensan los desvelos que ocasionan y el tiempo empleado en su cuidado? Transversalmente se cuelan las preocupaciones laborales. Escasez de trabajo, contratos precarios y pérdida paulatina de derechos. Hay una cosa en la que están todos de acuerdo. En el primer mundo, a pesar de las quejas esgrimidas, se vive fenomenal. Lejos de hambrunas, guerras y atentados que sacuden otras partes del planeta. Este gran país les protege y, a pesar de las preocupaciones cotidianas, nadie les puede hacer daño.

11S-Thomas Hoepker


            Alice divisa una columna de humo que tiñe de gris el cielo Neoyorquino. Sigue conversando, no lo da demasiada importancia. Diez minutos más tarde la mancha ha crecido mucho, se ha vuelto más densa y oscura. Lo comenta con sus tertulianos. El trío que está de espaldas al lago se vuelve al tiempo que el ruido ambiente se llena de sirenas. Ambulancias, coches de policía y bomberos. Lo que en principio tomó por incidente se está convirtiendo en un suceso bastante grave. Los cinco juntos de pie contemplan horrorizados como una de las torres gemelas se desploma. Una gran nube de polvo denso se eleva en su lugar. Salen de estampida, el tumulto los separa. John y Melissa con el rostro desencajado y el corazón al galope llegan hasta unas vallas colocadas por la policía para acordonar la zona.
            —Mis hijos están en el School of the Blessed Sacrament. Quiero saber lo que ha sido de ellos. Tiene que dejarme continuar, agente —se desgañita Melissa.
—Lo siento mucho, señora. De aquí no puede pasar nadie. Correría serio peligro. Son las órdenes.
Hace ademán de claudicar, pero aprovecha un descuido para saltar la valla. John la secunda. Un policía les persigue. Conforme se van acercando a la zona siniestrada el aire se hace irrespirable y la visión difusa. Sollozos, carreras, gritos. La gente choca entre sí, saliendo trompicada. Un gran caos les rodea. Ruido de helicópteros sobrevolando y de innumerables sirenas rematan el cuadro. La atmósfera se carga cada vez más hasta que la oscuridad lo llena todo.

A las doce de la noche los cinco amigos están en el hospital —el colegio de Paul y Mariah no ha sufrido daños—. Andrew, Alice y Roderick han acudido a visitar a John y Melissa. Nada grave. Les han tenido que poner oxigeno porque han inspirado partículas dañinas que llevaba el aire en suspensión. Mañana temprano los darán el alta.
—Nosotros departiendo amigablemente y a nuestro lado se estaba fraguando la tercera guerra mundial. La humanidad entrará en pánico, las bolsas se desplomarán, la opinión pública clamará venganza. Los gobiernos pondrán en funcionamiento toda su maquinaria para descubrir y detener a los autores intelectuales —expuso Alice.
—Todo eso son previsiones y futuribles que no sabemos si se confirmarán. Aquí lo único cierto y constatable es que, debido al barullo y el desconcierto imperante, un servidor se ha quedado sin bicicleta —dijo Roderick.
— ¿Perdoona? ¿Cómo puedes ser tan miserable? —Vociferó Alice— ¿Supongo que estarás de broma? Aunque tu egoísmo innato y tu racanería te preceden. Pero aun así me parecería de muy mal gusto ¿Tú sabes los muertos que van ya?
—Yo a ti no te he faltado, casi guapa.
—Bueno, tengamos la fiesta en paz —terció Andrew—. La jornada ha resultado agotadora. Estamos en shock. Vamos a recogernos que mañana va a ser un día durísimo para todos. 
—Y pasado, y al otro. No va a resultar fácil que los efectos de esta debacle cicatricen. Tendrán que pasar lustros para que se atenúe el odio y se mitigue el dolor producido por esta sinrazón —sentenció John.